Espectáculos
Ramón Mérica, un periodista de carrera larga y destacada
Adiós. Las páginas de El País recogieron su sello inconfundible
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Jorge Abbondanza
El tipo de soltura que mostraba Ramón Mérica al escribir, era un don natural. Ya lo tenía apenas pasados los 20 años, cuando Elina Berro lo descubrió colaborando en Salto con un periódico local y lo convenció de venir a Montevideo.
Al poco tiempo ingresó en la redacción de El País. Sus preferencias personales lo llevaron al equipo de la página de Espectáculos, capitaneado entonces por Alsina y formado -a comienzos de los 60- por los hermanos Roldán, Beatriz Podestá y Miguel Carbajal, entre otros. Sus reseñas cinematográficas revelaban una sagacidad y un manejo del humor que acompañarían más tarde el campo de las entrevistas que le darían notoriedad. Como crítico permaneció un tiempo en el área del cine, incursionó ocasionalmente en las columnas de televisión y pasó luego al terreno teatral, en el que se mostró incisivo para los juicios, siempre flexible en el manejo del idioma y además muy capacitado para elogiar a los grandes talentos, desde Schinca o Medina hasta Guarnero o Zorrilla, administrando un vocabulario de visible agudeza y frecuente elegancia.
Su desempeño en El País lo llevó poco después a dirigir el suplemento dominical, al que impuso un sello inconfundible no sólo gracias a su estilo personal sino también al nivel de los colaboradores que agrupó y que compartieron el tratamiento filoso de algunos temas y la puntería para elegir a ciertas figuras como eje de los textos. Colegas veteranos recuerdan todavía hoy el revuelo que armó una de sus entrevistas, formulada al futbolista Fernando Morena, porque la polémica en torno a esa nota levantó adhesiones y discrepancias de insólito alcance dentro del ambiente periodístico montevideano, habitualmente apacible. Las controversias fueron uno de los rasgos que flanquearon la tarea de Mérica, que era un profesional a veces arriesgado y otras veces provocativo, perfiles que ahora corresponde inscribir en el marco de su modalidad y su talento para este oficio.
Estuvo unos cuantos años en el Dominical, a una altura en que su nombre ya tenía trascendencia. Charlar con él en torno a la mesa de trabajo era una manera de rastrear su ironía y el desenfado con que se refería a muchos asuntos y mucha gente, características inseparables de su expresión verbal y también familiares en su labor escrita. Que encarara un tema con sonrisa burlona (como la entrevista combinada que realizó a Isabel Sarli y Libertad Leblanc) no le impedía ejercitar su perspicacia para detectar luces y sombras en las personalidades que enfrentaba o poner en su debido sitio a las celebridades sobre las cuales opinaba. Cuando se alejó de las páginas de El País mantuvo su ritmo de actividades pasando a figurar en otras publicaciones (El Día, La República) y publicando algunos libros, mayormente recopiladores de sus notas en diarios, que ensancharon su masa de lectores y robustecieron la divulgación de su firma, permitiendo que sus textos tengan algo más de perduración que el material de las hemerotecas.
Para un viejo compañero de trabajo es doloroso despedir a Mérica, y lo es doblemente porque el accidente vascular que había sufrido hace unos años lo dejó disminuido, empobreciendo fatalmente su relación con los demás. Ahora esa dura prueba ha tenido un punto final.
El País Digital
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