EL PAIS DE RAMÓN MÉRICA. Hubo una vez un gran Hotel cerca del saladero de Ramírez.La planta cambia de mano, afirma un dicho pupular, y a veces los legados también.Es el caso del entrañable Parque Hotel, que seguirá en sus reales pegado al Parque pero ya no será hotel. Su destino inminente será el de cobijar a la Secretaría Administrativa del MERCOSUR, un anuncio que se arrastra desde hace varios años pero que es realidad desde el viernes pasado. Con ese nuevo destino, se evaporan los misterios de esa morada transitoria de los desconocidos del mundo, y también de algunos conocidos: en la habitación 42 del segundo piso cerró sus ojos para siempre el poeta mejicano Amado Nervo, en mayo de 1919.
En la terraza -más que una terraza, un enorme y apacible balcón sobre el mar- Josefina Lerena Acevedo recibía las primeras miradas del joven Blixen, mientras las señoritas de Rodríguez Larreta y las de Alvarez Mouliá acaparaban la atención por la elegancia de sus atuendos y la compostura de modales a la hora del té, uno de los grandes momentos que deparaba ese lugar luego de la caminata por el Parque Urbano, donde además habían asistido a una retreta, y donde se habían encontrado con todo Montevideo, un Montevideo de capelinas y ranchos de paja que no se volvería a repetir.
Sumidas en ese torneo de finezas, poco les podía interesar a esas señoritas que en ese mismo lugar donde ahora se entregaban devotamente a las teteras de souchong, pocos años antes, apenas veinte, treinta, no había nada, salvo la incondicional arena en su diálogo con el mar y con el crujir de las carretas primero, de los tranvías a caballos a fines del siglo.
Es probable que tampoco les interesara demasiado la historia del muy afrancesado inmueble que las concitaba, pero, eso sí: sabían muy bien que había sido inspirado en los más elegantes hoteles y reparos de veraneo de Europa, sobre todo de Biarritz, dato ratificado por las postales que las primas de viaje por esos lugares enviaban al lejanísimo Sur.
También sabían que no sólo la inspiración era importada, sino que los mármoles habían atravesado el océano desde la albina Carrara, que la intimidad estaba celosamente protegida y enriquecida por griferías, elementos sanitarios y bañeras venidas desde Inglaterra, que las alfombras habían sido urdidas en las más empinadas manufacturas de Lyon o de Nancy, y que todo ese esplendor era más esplendoroso porque las luces se multiplicaban hasta el infinito sobre los brazos y lágrimas de cristal llorando fastuosamente por haber dejado el Murano de origen.
Y así era todo: desde la vajilla de porcelana Limoges y Villeroy Bosch, hasta las sábanas de hilo irlandés cuyo embozo llegaba hasta los pies, así eran las cortinas dejándose caer como cataratas de seda salvaje o de brocato entre sus pasamanerías, así eran los caminantes paseándose entre salones y más salones sobre pisos dibujados con las maderas más finas, tan finas como el blim and blim de las levitas o labroderie anglaise dictada por Madame Vionnet.
DESDE BIARRITZ, CON ESPLENDOR
Fuera de esos espacios donde todo estaba destinado para encantar, se sabía la vera historia del Parque Hotel. Se sabía, por ejemplo, que a mediados del ochocientos había dos puntos de atracción para los montevideanos amantes del mar y que esos lugares se llamaban Pocitos y Ramírez, adonde se llegaba ya desde 1869 por tranvía de caballos.
La zona de Ramírez estaba formada por solares del conocido barrio Porteño y por el barrio La Estanzuela, que fuera fundado por donFrancisco Piria en 1897, y por los terrenos que integrarían el inminente Parque Urbano que con los años no dejaría de ser urbano pero pasaría a llamarse Rodó. Esa atracción magnética del lugar debe haber sido la razón fundamental del nacimiento del Parque Hotel, que comenzó con un decreto de ley del 8 de abril de 1907 autorizando a la Junta Económica Administrativa a contratar a una empresa encargada de la construcción. Así las cosas, la firma Luis Crodara y Cía. solicitó a la Municipalidad de Montevideo la autorización para construir en el área del antiguo saladero de Ramírez un edificio que serviría como sede de lo que se llamaría Hotel-Teatro-Casino del Parque Urbano.
No es casual el tinte afrancesado del edificio. Los planos originales fueron encargados al francés Pierre Lorenzi y la edificación fue contratada por la empresa Crodara con el arquitecto West para levantar un hotel con 100 habitaciones, que nunca las tuvo. Tuvo – tiene – 86: 30 en el primer y segundo piso y 26 en el tercero. El plan original era muy ambicioso: capacidad para recibir a mil huéspedes, un teatro para verano e invierno con capacidad para 1.500 espectadores, y un casino. Como se diría hoy, el chiste costó 790.000 pesos oro, una cifra descomunal para la época. Felizmente, también como se dice ahora, la gente respondió. Hay que entender que eran años de bonanza, de gran solidez de la moneda uruguaya, por eso no hay que sorprenderse que el primer ejercicio, realizado entre diciembre de 1909 y enero del 10, arrojó una ganancia de 37.000 pesos oro. No es difícil imaginar que la mayor parte de ese gran negocio se debió al casino, donde en 1911 se permitió la explotación de la ruleta, el baccarat, los caballitos y juegos como el treinta y cuatro durante toda la temporada veraniega.Costó mucho conseguir el permiso para tener el casino abierto todo el año, pero finalmente se hizo.
DIAS DE CHAMPAGNE Y ROSAS
Se han contado muchas historias sobre lo que fue la inauguración del hotel-casino, casi todas envueltas en la memoria del lujo y la elegancia. Y fue una inauguración complicada, anunciada para la Nochebuena de 1909 pero no se pudo hacer sino seis días después, el 30 de diciembre, por razones muy comprensibles para la época. Esas razones tenían que ver con la no llegada de los barcos que traían las cocinas desde Alemania, pero también se sabía que faltaban otros detalles como que los ascensores recién estarían en condiciones de funcionar unos diez días después, que los apliques y lámparas encargados para las habitaciones no estarían funcionando y que la calefacción -esto no era grave para diciembre- recién contaría con sus calderas funcionando en el mes de abril.
Pese a esos tropezones, el 30 de dicembre de 1909, el champagne voló a borbotones y hasta llegó a confundirse en el amanecer con las amarronadas aguas de la playa, festejando, con la complicidad de un sol anaranjado, el nacimiento de un nuevo amigo con quien compartir la joie de vivre.
Pese a esos tropezones, el 30 de dicembre de 1909, el champagne voló a borbotones y hasta llegó a confundirse en el amanecer con las amarronadas aguas de la playa, festejando, con la complicidad de un sol anaranjado, el nacimiento de un nuevo amigo con quien compartir la joie de vivre.
AVATARES DE UN INMUEBLE SÍMBOLO DE MONTEVIDEO
No fue el caso de la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguna se la queda, aunque con el Parque Hotel ha ocurrido algo parecido. Apenas a seis años de inaugurado, el 1º de diciembre de 1915, el Municipio de Montevideo (en ese momento era intendente el señor Santiago Rivas) compró el inmueble a la Sociedad Anónima Casino Parque Hotel en la nada desdeñable suma de un millón cien mil pesos.
Setenta y dos años más tarde, en 1987, se otorgó la concesión del Parque Hotel por 25 años a la firma Isolar S.A., a cambio de una suma estipulada y la obligación de efectuar en el edificio mejoras que ya no podían esperar dado el mal estado de muchas de sus instalaciones. Según revela un informe de la revista Posdata, “durante ese año y el siguiente el hotel trabajó como en muchos años no lo había hecho, con sombrillas en la playa, y por medio de intercomunicadores, los pasajeros ordenaban al hotel lo que querían que les sirvieran”.
Y el jueves último, 15 de mayo, el edificio fue entregado “en concesión de uso” al gobierno nacional para instalar la Secretaría Administrativa del MERCOSUR. De esa manera, la Intendencia la transfiere por el plazo de 20 años, manteniendo para sí el uso de las áreas en las que al presente funcionan la Dirección General de Actividades Productivas, así como el Casino, obviamente. Según lo pactado entre los contratantes, el viejo edificio deberá quedar totalmente libre de todos sus bienes y pertenencias el inminente sábado 31 de mayo.
(Crónica de Veredas caminadas por Ramón Mérica, El País, domingo 18 de mayo de 1997)
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